Desentrañar: Retratos del cuerpo
Eduardo Silberstein es hombre de un solo tema. Así como hay quien se reparte entre mundos enteros— yendo de las naturalezas muertas al paisaje, la figura o la abstracción— él no necesita más que el tema del cuerpo para desarrollar la obra de toda una vida. Particularmente, claro, el cuerpo femenino.
“El cuerpo expresa todas las emociones del ser humano” explica, y por eso el tema es inagotable, y no resulta repetitivo, porque siempre hay una manera nueva de abordar esas emociones que tampoco se terminan. En la búsqueda de la expresión más profunda, sus cuerpos no son complacientes ni plácidos, sino fuertes, enérgicos, nerviosos. Silberstein captura la fuerza subyacente en cada cuerpo, el momento de tensión, la energía de los movimientos. El cuerpo no está mostrado como mera representación, sino como vía para llegar a la esencia, al origen de la condición humana.
Todo esto sería pura literatura si no estuviera sostenido por un dibujo sólido, impecable, sabio. “Lo que está sostenido por un buen dibujo, no so cae” escribió acerca de Silberstein el crítico Rafael Squirru. Y es así: Su obra es, principalmente, la obra de un gran dibujante. Por eso puede centrarse en lo que le interesa, el gesto corporal, prescindiendo casi siempre de rostro y manos, que tradicionalmente concentran la expresividad.
Decía Francis Bacon que “al pintar un retrato, el problema es encontrar la técnica para representar las pulsaciones de la persona”. Y la manera que encontró Eduardo Silberstein para retratar los cuerpos, es partir dc las entrañas, de la estructura de la imagen.
A partir de allí, así como en otras muestras destacaba sombras sobre fondos claros, ahora nos presenta una serie hecha a la inversa: con pincel, destaca las luces sobre fondos oscuros. Son obras rápidas, espontáneas, hechas de primera factura frente a su modelo, eligiendo casi intuitivamente distintas poses y distribuyéndolas en el espacio de la tela. Esta vez prescinde de la línea casi por completo, para concentrarse en la incidencia de la luz sobre el cuerpo.
En esta época en que muchas veces se confunde el talento con la novedad o el ingenio, cuando hay demasiadas instrucciones para “entender” el arte, es un verdadero aire fresco encontrar obra que sabe explicarse por si misma, a la que le basta su propia imagen, fuerte, clara, para imponerse. El verdadero arte nunca necesita explicaciones.